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Carlos Schuster: “No es de malo, es de miedo”

 

El dueño del cáterin Schuster, uno de los más grandes de la Argentina, tiene razones para decidir nunca dar a otros lo que uno mismo no puede comer. Los alimentos que sobran en un evento pasan por procesos bromatológicos que pueden generar daños en la salud de quien los consume.

 

Por: Rodolfo Vidal

Viste una camisa blanca con líneas negras y en todas las paredes blancas de su local hay letras negras, lineales, elegantes y sofisticadas. Carlos Schuster, dueño y gerente de Schuster Catering, es un empresario gastronómico que cuida tanto de su apariencia como de su negocio y de cada uno de los alimentos que sirve. Para él no hay dudas: el riesgo de que alguien sea intoxicado por lo que él produce es algo que él no puede avalar.



 

¿Cómo empezó Schuster Catering?

 

Todo nace con mi padre. Llevamos casi 70 años en el negocio. Mi padre se fue de Alemania en la guerra. Estuvo en Génova y de ahí viajó hasta Bolivia. Vivió allá 5 años y finalmente vino a la Argentina. De gastronomía no entendía nada pero consigue un trabajo en Vicente López, en un club de socios de esa comunidad, que le empiezan a pedir que cocine. En ese momento empezó Schuster.

 

¿Cómo te involucraste en el negocio?

 

Nació mi hermana y luego yo, que desde chico me gustó la gastronomía. De chico empecé a trabajar. En un momento nos mudamos a Belgrano y la fábrica fue evolucionando. No siempre fue así de grande. Esto fue creciendo de una sola manera: trabajar, no mirar la hora y querer llegar. Cuando vino a Belgrano, en el portón de al lado, vivían mis abuelas. Mi papá le compró el departamento a ellas, luego la verdulería de la esquina y la casa de acá. Así se fue construyendo. Ahora, por ejemplo, tenemos camionetas sofisticadas, pero se empezó con una estanciera. Mi padre quería algo y trabajaba por ello. Hacía de todo, era un busca vida; cuando había un cartel que decía “no pasar” era el primero en abrir la puerta. Y yo, desde los 17 años, por pedido de papá empecé a manejar la economía de la empresa.

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¿Cómo trabajan en Schuster?

 

Hoy Schuster tiene distintas divisiones:

dos fábricas, una para comida kosher y

 otra para la no kosher. La segunda,

tiene dos mercados gourmet.

Atendemos a empresas todos los días

en distintos lugares. A parte servimos

cócteles en eventos, casamientos o diversas actividades que lo requieran en cualquier lugar hacia el norte o hasta Ushuaia. Tenemos más de 100 empleados que trabajan todos los días y los fines de semana trabajan muchos más. En el 2000, por decir algo, servimos en el campeonato mundial de golf, cuando vino Tiger Woods; ¡había miles de personas! Una logística de 7 meses de trabajo y, además, era diciembre, así que había otros eventos también. En los noventas servíamos 10000 cubiertos por día. Hemos atendido a casi todos los presidentes en los últimos 20 años. Y como todo lo fabricamos nosotros tenemos también distintas secciones en la fábrica: pastelería, heladería, panadería. Todo lo hacemos nosotros: así cuidamos la calidad del producto que brindamos.

 

¿Qué pasa con la comida que no se consume en los eventos?

 

Qué pasa con la comida que sobra y qué pienso yo (repite pensativo). Discusión familiar esto. Mis hijas, jóvenes, y mi mujer, no tan joven pero joven también, me decían que esa comida que sobra hay que dársela a personas que no tienen para comer. Pero yo no estoy de acuerdo con esa postura. Primero porque esa comida no es mía. El que la compró la pagó y es suya, toda. Segundo, porque si no la puedo comer yo, ¿por qué la van a poder comer otros? Esa comida sale de acá a las 5 de la tarde, se lleva en un camión con frigoríficos, después esa comida está en una cocina en la que hace mucho calor y recién a las 5 o 6 de la mañana se ve qué es lo que sobró. La cuestión es así: no se qué pasará con esa comida, se la llevarán los dueños o no, pero lo que sabemos es que no vuelve a Schuster.

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Pero, ¿y qué pasa con los que no tienen para comer?

 

A veces los buenos tenemos que pagar por los malos. Lo que puede pasar con esa comida es que te llegan a hacer un juicio, porque en las horas que tiene esa comida no sabés qué pasa, y ese juicio lo vas a perder. Si el cliente se lleva la comida puede hacer lo que quiera. Yo no lo hago. Y no porque no me importe, sino justamente porque creo que es un peligro. Yo prefiero donar la plata, no la comida. Nosotros contratamos un servicio de bromatología privada. Ellos mandan químicos del laboratorio dos o tres veces por semana y sin previo aviso, para que revisen las cámaras y revisen cómo están los productos. En nuestros setenta años algo fundamental es la higiene y la bromatología de la comida. ¿Cómo la voy a dar a alguien después de tantas horas fuera de acá?

 

¿Entonces tiran la comida?

 

A Schuster no vuelve. Pero mirá, uno tiene el cálculo de cuánto se come por evento; no lo decimos porque ahí está nuestro negocio, pero lo que te puedo decir es que si hago un evento para cincuenta personas no te sobra para otras cincuenta, te sobra para tres o cuatro. Hay una palabra fundamental para mí: intoxicación. Lo cierto es que no voy a arriesgar nunca en mi vida esa palabra.

 

¿Qué pensas de Plato Lleno?

 

Yo soy un tipo que trabaja en instituciones y mucha gente nos pide una mano. Yo dono dinero, no comida. Si me piden leche, la llevo, porque viene en un paquete cerrado, no es algo que sobró y corre el peligro de intoxicar a alguien. Respeto el laburo que ellos hacen, pero yo no lo voy a hacer. Yo no sé qué hacen con la comida. ¿La llevan en un coche?, ¿en el baúl? No es un camión en frío. En verano… imaginate. Esa comida no sé cómo va a estar, a dónde va a ir. No es de malo, es de miedo. No quiero que se intoxiquen. Y si se intoxican, no puedo hacerme responsable de lo que yo fabriqué, si no sé, no sé qué pasó con ese alimento en todo el tiempo que no estuvo acá. Yo trabajo en una institución en la que le damos de comer a la gente, pero no con lo que sobra, sino con lo que nosotros compramos para darles a ellos. Ponemos dinero, compramos y les cocinamos. La verdad, me parece una falta de respeto también lo otro.

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